viernes, 11 de octubre de 2019

Las Borlas del Pavimento Mosaico y las Virtudes Cardinales

Autor: Frater Levithian

Dentro del estudio del Cuadro de Logia del Taller de Aprendiz Masón, encontramos cuatro borlas de color dorado ubicadas en los extremos del Pavimento de Mosaicos, las cuales en líneas laterales se conectan a través de la secuencia del losange; Diamantes Masónicos, que forman el Borde Festoneado y que antiguamente servía para el tránsito de los candidatos a través de las pruebas de los cuatro elementos en el Sendero Iniciático.
Así, la primera referencia que tenemos al respecto, la encontramos en los primeros Cuadros de Logia de los ritos y rituales ingleses (anglosajones) en los cuales, en la esquina del Cuadro de Logia se apreciaban cuatro borlas con las que se busca expresar simbólicamente las cuatro virtudes cardinales, esto es: Templanza, Fortaleza, Prudencia y Justicia.
Estas cuatro en en su conjunto, según nos informa la Tradición gremial, fueron constantemente practicadas al interior de las enseñanzas del Arte y el Oficio, por ello aparecen entrelazándose por debajo del cuadro, ya que las mismas servían como sostén para mantener fijo los elementos simbólicos que se representaban. Los Masones Operativos colocaban las cuatro virtudes cardinales dentro del plano de una Logia en el simbolismo de la Borlas y los cuatro puntos cardinales Norte, Sur, Este y Oeste en las cuatro paredes, de manera que entre ellas se pueda trazar un Diamante Masónico. Tanto las cuatro Borlas como los cuatro puntos cardinales, al realizar un trazo por los puntos guías, manifiestan el equilibrio que debe existir en la composición total de los elementos.
Las borlas y los cuatro elementos
La posición de las Cuatro Borlas, está íntimamente ligado a la condición catalizadora de los Cuatro Elementos: Tierra, Agua (Aire), Aire (Agua) y Fuego, para que el Profano una vez hecho Recipiendario, «reciba» las purificaciones de las esencias respectivas y el impulso original sin exceso ni defecto.
Por ello, antiguamente el borde festoneado servía como camino delimitador y de protección para qué el intrépido buscador de los Misterios, pudiera acceder desde el plano corpóreo (tierra), pasando por el aspecto psíquico-emocional (aire), por el plano de energía vital (agua) y por el plano de la razón (fuego); desechando aquello que es nocivo, que es tóxico y que lo mantiene hundido en la grosera cantera de su propia ignorancia.
Pero este es el primer paso, ya que una vez que se ha «purificado» a cada uno de los planos en los cuales el hombre puede concebir la realización hacia el Sendero Iniciático, es indispensable entregar a dichos planos, las herramientas necesarias para nivelar y elevar, la condición intrínseca de cada uno. Dichas herramientas son la Virtudes Cardinales, el adjetivo «cardinal» se deriva del sustantivo latino cardo, que significa gozne, es decir «bisagra», sobre el cual gira toda la vida moral del hombre.
Las mismas no se tratan de habilidades o buenas costumbres en un determinado aspecto, sino que requieren de muchas otras virtudes humanas, por ello, estas despiertan; abren la puerta, a las demás virtudes en los diferentes planos y actúan como consecuencia lógica de las primeras. Una breve síntesis de las correspondencias Elementos- Virtudes y que nos dan el método aplicativo son:
La Templanza modela el cuerpo, nos dispone al dominio de nuestros deseos y en especial, al uso correcto de las cosas que placen a nuestros sentidos para dotar así al cuerpo de su lugar en el ordo rationis «orden de la razón». La Templanza no elimina los deseos, sino que los regula. Es la virtud que enriquece habitualmente a la voluntad y la inclina a refrenar los diferentes apetitos sensitivos hacia los bienes deleitables contrarios a la razón. En ese caso, quitar obstáculos consistirá principalmente en evitar las circunstancias que pudieran despertar deseos que, en conciencia, no pueden ser satisfechos.
La Fortaleza modela nuestra vitalidad, expresa una cualidad importante, que es la firmeza en el bien definida por los demás principios, a pesar de que las presiones del medio tanto interno como externo induzcan al individuo a actuar de manera contraria. Contiene al principio de adherencia a las exigencias de autorregulación moral y tiene que ver con el estado de vitalidad y la energía que se desprende de nuestros actos, emociones y pensamientos. El fin de la fortaleza consiste en remover los impedimentos para permitir a la Voluntad, seguir fielmente los dictados de la Razón, que es el criterio, norma y medida del bien obrar.
La Prudencia modela nuestras emociones, es la virtud cardinal residente en la razón práctica que ordena rectamente nuestro obrar y facilita la elección de los medios conducentes a nuestra perfección. El procul videre «ver desde lejos», fijarse en el fin lejano que se intenta, ordenando a él los medios oportunos y previendo las consecuencias desbordantes y sin mesura.
La Justicia modela nuestro pensamientos, es la virtud aplicativa de la voluntad constante e inquebrantable del deber ser, de dar en cada acción, sentimiento y pensamiento su debida razón de ser. La Justicia es en verdad, el primer atributo del Ser, que da lo correspondiente y pide lo correspondiente. Nos eleva hacia el ámbito de la armonía espiritual y nos conecta con el sentido del más noble altruismo.


Virtudes y borlas
Estas virtudes que se expresan como Borlas, por sus innumerables filamentos que son los atributos a un solo tronco rector, hacen al Masón, cabal, completo y coherente, pero sobre todo de honor. Pues, eje de la vida noble y superior, es el honor que impele al hombre a organizar rectamente su vida, a articularla de forma sensata e inteligente. Cual ojo escudriñador y esclarecedor, le permite tomar conciencia de sí y le incita a permanecer fiel a sí mismo a su vocación y a su destino.
El sentido de las Borlas como la Virtudes Cardinales, hace que el Masón viva despierto y alerta, presente a sí mismo, con un profundo respeto a su propio Ser y a cuanto le rodea. Donde la virtud está firmemente afianzada, el Masón se sabe agente del bienestar, responsable de su propia existencia y de la buena marcha del Sendero Iniciático que emprende.
El camino armónico de las Virtudes Cardinales son el camino del deber ser, de la responsabilidad, del decoro y de la rectitud. Un sendero luminoso, iluminado por la voz y la «Luz» de la Conciencia, que se configura como sendero de nobleza, de grandeza humana y de dignidad personal. Una senda heroica a través de la cual, obedeciendo a la ley de nuestro Ser que ha despertado, nos armonizamos con el orden de la Deidad Creadora y nos construimos como Hombres de bien consiguiendo así nuestra liberación y realización interior.
Por ello, el Masón de honor se apoya en el amor a la Virtud y el odio al vicio (aunque no al vicioso, que, por sufrir la esclavitud del vicio, merece más bien compasión).
Supone, por un lado, respeto, aprecio, estima y admiración hacia todo lo que pueda significar inclinación virtuosa o valiosa, enaltecimiento del ánimo, eminencia digna de elevación, cualidad señera o valía intrínseca; y por otro lado, lleva consigo desprecio, rechazo y aborrecimiento de lo que entraña degradación, exigiendo el repudio de cualquier impulso o tendencia viciosa, malsana o dañina para la integridad corporal, moral-intelectual y espiritual del ser humano.

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