Dentro del
estudio del Cuadro de Logia del Taller de Aprendiz Masón, encontramos cuatro borlas de color dorado ubicadas en los
extremos del Pavimento de Mosaicos, las cuales en líneas laterales se conectan
a través de la secuencia del losange; Diamantes Masónicos, que forman el Borde
Festoneado y que antiguamente servía para el tránsito de los candidatos a
través de las pruebas de los cuatro elementos en el Sendero Iniciático.
Así, la
primera referencia que tenemos al respecto, la encontramos en los primeros
Cuadros de Logia de los ritos y rituales ingleses (anglosajones) en los cuales,
en la esquina del Cuadro de Logia se apreciaban cuatro borlas con las que se
busca expresar simbólicamente las cuatro virtudes cardinales,
esto es: Templanza, Fortaleza, Prudencia y Justicia.
Estas cuatro en en su conjunto, según
nos informa la Tradición gremial, fueron constantemente practicadas al interior
de las enseñanzas del Arte y el Oficio, por ello aparecen entrelazándose por
debajo del cuadro, ya que las mismas servían como sostén para mantener fijo los
elementos simbólicos que se representaban. Los Masones Operativos colocaban las
cuatro virtudes cardinales dentro del plano de una Logia en el simbolismo de la
Borlas y los cuatro puntos cardinales Norte, Sur, Este y Oeste en las cuatro
paredes, de manera que entre ellas se pueda trazar un Diamante Masónico. Tanto
las cuatro Borlas como los cuatro puntos cardinales, al realizar un trazo por
los puntos guías, manifiestan el equilibrio que debe existir en la composición
total de los elementos.
Las borlas
y los cuatro elementos
La posición de las Cuatro Borlas,
está íntimamente ligado a la condición catalizadora de los Cuatro Elementos:
Tierra, Agua (Aire), Aire (Agua) y Fuego, para que el Profano una vez hecho
Recipiendario, «reciba» las purificaciones de las esencias respectivas y el
impulso original sin exceso ni defecto.
Por ello, antiguamente el borde
festoneado servía como camino delimitador y de protección para qué el intrépido
buscador de los Misterios, pudiera acceder desde el plano corpóreo (tierra),
pasando por el aspecto psíquico-emocional (aire), por el plano de energía vital
(agua) y por el plano de la razón (fuego); desechando aquello que es nocivo,
que es tóxico y que lo mantiene hundido en la grosera cantera de su propia
ignorancia.
Pero este es el primer paso, ya que
una vez que se ha «purificado» a cada uno de los planos en los cuales el hombre
puede concebir la realización hacia el Sendero Iniciático, es indispensable
entregar a dichos planos, las herramientas necesarias para nivelar y elevar, la
condición intrínseca de cada uno. Dichas herramientas son la Virtudes
Cardinales, el adjetivo «cardinal» se deriva del sustantivo latino cardo, que
significa gozne, es decir «bisagra», sobre el cual gira toda la vida moral del
hombre.
Las mismas no se tratan de
habilidades o buenas costumbres en un determinado aspecto, sino que requieren
de muchas otras virtudes humanas, por ello, estas despiertan; abren la puerta,
a las demás virtudes en los diferentes planos y actúan como consecuencia lógica
de las primeras. Una breve síntesis de las correspondencias Elementos- Virtudes
y que nos dan el método aplicativo son:
La Templanza modela el cuerpo, nos dispone al dominio
de nuestros deseos y en especial, al uso correcto de las cosas que placen a
nuestros sentidos para dotar así al cuerpo de su lugar en el ordo rationis
«orden de la razón». La Templanza no elimina los deseos, sino que los regula.
Es la virtud que enriquece habitualmente a la voluntad y la inclina a refrenar
los diferentes apetitos sensitivos hacia los bienes deleitables contrarios a la
razón. En ese caso, quitar obstáculos consistirá principalmente en evitar las circunstancias
que pudieran despertar deseos que, en conciencia, no pueden ser satisfechos.
La Fortaleza modela nuestra vitalidad, expresa una
cualidad importante, que es la firmeza en el bien definida por los demás
principios, a pesar de que las presiones del medio tanto interno como externo
induzcan al individuo a actuar de manera contraria. Contiene al principio de
adherencia a las exigencias de autorregulación moral y tiene que ver con el
estado de vitalidad y la energía que se desprende de nuestros actos, emociones
y pensamientos. El fin de la fortaleza consiste en remover los impedimentos
para permitir a la Voluntad, seguir fielmente los dictados de la Razón, que es
el criterio, norma y medida del bien obrar.
La Prudencia modela nuestras emociones, es la virtud
cardinal residente en la razón práctica que ordena rectamente nuestro obrar y
facilita la elección de los medios conducentes a nuestra perfección. El procul
videre «ver desde lejos», fijarse en el fin lejano que se intenta, ordenando a
él los medios oportunos y previendo las consecuencias desbordantes y sin
mesura.
La Justicia modela nuestro pensamientos, es la virtud
aplicativa de la voluntad constante e inquebrantable del deber ser, de dar en
cada acción, sentimiento y pensamiento su debida razón de ser. La Justicia es
en verdad, el primer atributo del Ser, que da lo correspondiente y pide lo
correspondiente. Nos eleva hacia el ámbito de la armonía espiritual y nos
conecta con el sentido del más noble altruismo.
Virtudes y
borlas
Estas virtudes que se expresan como
Borlas, por sus innumerables filamentos que son los atributos a un solo tronco
rector, hacen al Masón, cabal, completo y coherente, pero sobre todo de honor.
Pues, eje de la vida noble y superior, es el honor que impele al hombre a organizar
rectamente su vida, a articularla de forma sensata e inteligente. Cual ojo
escudriñador y esclarecedor, le permite tomar conciencia de sí y le incita a
permanecer fiel a sí mismo a su vocación y a su destino.
El sentido de las Borlas como la
Virtudes Cardinales, hace que el Masón viva despierto y alerta, presente a sí
mismo, con un profundo respeto a su propio Ser y a cuanto le rodea. Donde la
virtud está firmemente afianzada, el Masón se sabe agente del bienestar,
responsable de su propia existencia y de la buena marcha del Sendero Iniciático
que emprende.
El camino armónico de las Virtudes
Cardinales son el camino del deber ser, de la responsabilidad, del decoro y de
la rectitud. Un sendero luminoso, iluminado por la voz y la «Luz» de la
Conciencia, que se configura como sendero de nobleza, de grandeza humana y de
dignidad personal. Una senda heroica a través de la cual, obedeciendo a la ley
de nuestro Ser que ha despertado, nos armonizamos con el orden de la Deidad
Creadora y nos construimos como Hombres de bien consiguiendo así nuestra
liberación y realización interior.
Por ello, el Masón de honor se apoya
en el amor a la Virtud y el odio al vicio (aunque no al vicioso, que, por
sufrir la esclavitud del vicio, merece más bien compasión).
Supone, por un lado, respeto,
aprecio, estima y admiración hacia todo lo que pueda significar inclinación
virtuosa o valiosa, enaltecimiento del ánimo, eminencia digna de elevación,
cualidad señera o valía intrínseca; y por otro lado, lleva consigo desprecio,
rechazo y aborrecimiento de lo que entraña degradación, exigiendo el repudio de
cualquier impulso o tendencia viciosa, malsana o dañina para la integridad
corporal, moral-intelectual y espiritual del ser humano.
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