lunes, 19 de abril de 2021

EXCOMUNION: CATOLICISMO E IGLESIA

 

Osvaldo Literas

La relación entre algunas religiones y la masonería a menudo ha sido conflictiva.

La masonería se define a sí misma como adogmática, dejando libertad a sus miembros de profesar la religión que cada uno decida o no profesar ninguna. Su posición favorable a la libertad de conciencia y su posición contraria al clericalismo político le ha supuesto, a lo largo de su historia, la crítica por parte de distintas confesiones religiosas, especialmente del cristianismo y del islam. La relación con las diferentes expresiones protestantes ha sido, notoriamente, más pacífica.

Los estados confesionales tanto cristianos como musulmanes han reprimido la masonería de diferentes formas: desde el simple acoso, pasando por penas de prisión para los masones, llegando a la pena de muerte por el simple hecho de ser masón

Las acusaciones que, desde el ámbito de estas Iglesias, se dirigen a la masonería suelen ser de ateísmo, de relativismo moral y filosófico, de promover una religión previamente estigmatizada (por ejemplo, el judaísmo) y hasta de adoración del Diablo.

El siglo XVIII fue para la masonería –nacida en 1717– un período de zozobra y persecución, la Santa Sede no fue la primera ni la única en condenar y prohibir la masonería en dicho siglo.

En 1735 lo hicieron los Estados Generales de Holanda, en 1736 el Consejo de la República y Cantón de Ginebra; en 1737 el Gobierno de Luis XV de Francia y el Príncipe Elector de Manheim en el Palatinado; en 1738 los magistrados de la ciudad de Hamburgo y el rey Federico I de Suecia; en 1743 la emperatriz María Teresa de Austria, en 1744 las autoridades de Avignon, París y Ginebra; en 1745 el Consejo del Cantón de Berna, el Consistorio de la ciudad de Hannover; en 1748 el gran sultán de Constantinopla; 1751 el rey Carlos VII de Nápoles (futuro Carlos III de España) y su hermano Fernando VI de España; en 1770 el gobierno de Berna y Ginebra; en 1784 el príncipe de Mónaco y el elector de Baviera Carlos Teodoro; en 1785 el gran Duque de Baden y el emperador de Austria José II; en 1794 el emperador de Alemania Francisco II, el rey de Cerdeña Víctor Amadeo, y el emperador ruso Pablo I; en 1798 Guillermo III de Prusia, etc., por nombrar a sólo los más conocidos.

En este contexto las prohibiciones y condenas de Clemente XII, en 1738, y de Benedicto XIV, en 1751, no son más que otros tantos eslabones en la larga cadena de medidas adoptadas por las autoridades europeas del siglo XVIII.

Es cierto que tanto Clemente XII como Benedicto XIV, a los motivos de seguridad del Estado –es decir, a los motivos políticos– añadieron otro de tipo religioso, cual fue el que las reuniones de masones eran «sospechosas de herejía» por el mero hecho de que los masones admitían en las logias a individuos de diversas religiones, es decir, a creyentes católicos y no católicos, con tal de que pertenecieran a alguna religión monoteísta

En todos estos casos se constata que las razones alegadas por unos y otros, que corresponden a gobiernos protestantes (Holanda, Ginebra, Hamburgo, Berna, Hannover, Suecia, Dantzig y Prusia), a gobiernos católicos (Francia, Nápoles, España, Viena, Lovaina, Baviera, Cerdeña, Portugal, Estados Pontificios…), e incluso islámicos (Turquía), se reducen al secreto riguroso con que los masones se envolvían, así como al juramento hecho bajo tan graves penas, y sobre todo porque toda asociación o grupo no autorizado por el gobierno era considerado ilícito, centro de subversión y un peligro para el buen orden de los Estados.

No obstante, a excepción de Roma y en los países donde estaba implantada la Inquisición, la mayor parte de estas prohibiciones apenas tuvieron vigencia en el siglo XVIII, dado el desarrollo y prestigio que, a pesar de todo, fue adquiriendo la masonería y la pertenencia a ella de importantes hombres de nobleza y el clero, y en algún caso, incluso de soberanos.

Se puede notar la gran diferencia existente entre los países anglosajones donde la masonería adquirió un gran prestigio social, con aquellos llamados países católicos, donde los ideales de la masonería, fueron confundidos e identificados en gran medida con el liberalismo por parte de la Iglesia católica, hicieron que la misma y los gobiernos absolutistas de la época tuvieran una dura reacción en contra de la Masonería al identificarlos erróneamente con los iluminados bávaros, los jacobinos, carbonarios y otros por el estilo-

Desde Pío VII, en 1821, con su Constitución Ecclesiam Christi, hasta la Humanum genus (1884) de León XIII, la masonería fue identificada por Roma como una sociedad clandestina cuyo fin era «conspirar en detrimento de la Iglesia y de los poderes del Estado», con lo que hubo sin más una identificación a priori de la masonería con las sociedades patrióticas que en unos países luchaban por la independencia de los pueblos y en otros, como en Italia, por la unificación, por lo que  atrajeron la atención de los papas que vieron amenazado su poder temporal.

En el siglo XIX. La aparición de las sociedades patrióticas o políticas, por un lado, y el impacto de la revolución francesa en los soberanos absolutistas de la Europa del Congreso de Viena que no se resignaban a perder su poder, fueron objeto de una especial preocupación por parte de Roma.

Esta identificación de masonería como una sociedad que «maquina contra la Iglesia o contra las potencias civiles legítimas» sólo se puede comprender desde la óptica de la problemática planteada en Italia por la famosa «cuestión romana» o pérdida de los Estados Pontificios.

Un movimiento de aproximación de la Iglesia católica hacia la masonería ocurrió en 1960, cuando asume como pontífice el cardenal Angelo Roncalli con el nombre de Juan XXIII. quien da su anuencia para que se proceda a la realización de estudios sobre las sociedades esotéricas e iniciáticas en sus relaciones con la Iglesia. En 1962, se desarrolla el Concilio Vaticano II, donde marcarán un hito las intervenciones del monseñor Sergio Méndez Arceo durante la 31a. y 71a. congregaciones generales, en las que pidió que se tratara la cuestión de la actitud de la Iglesia para con las sociedades secretas y, en concreto, con la masonería. También se levantaron voces para modificar la posición de la Iglesia con respecto a la masonería, suprimiendo textualmente el canon 2335, con lo que la masonería quedaba libre del veto de la autoridad eclesiástica

Con el tiempo y curadas esas viejas heridas, lo cierto es que mediante un documento fechado el 19 de julio de 1974 por el cardenal Seper, prefecto de la Congregación para  Doctrina de la Fe, por primera vez, desde la excomunión de 1738, la Santa Sede admitía públicamente la existencia de masonerías exentas de contenido contrario a la Iglesia y, por lo tanto, sobre las que su pertenencia no llevaba consigo la pena de excomunión. Dicho de otra forma, se reconocía que la excomunión lanzada hacía dos siglos tenía su explicación en un contexto de problemas políticos y de luchas religiosas.

Es claro que con el documento del cardenal Seper se dejaba entender que la excomunión contra los masones solamente era válida en aquellas logias que obraran expresamente contra la Iglesia; «Por tal motivo se puede, con seguridad, aplicar la opinión de aquellos autores que mantienen que el canon 2335 afecta solamente a aquellos católicos inscritos en asociaciones que verdaderamente conspiran contra la Iglesia».

El 26 de noviembre de 1983, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el Prefecto Cardenal Joseph Ratzinger (posteriormente elegido papa con el nombre de Benedicto XVI) emitió una Declaración sobre la masonería firmada por Juan Pablo II, que confirmaba el juicio negativo de la Iglesia Católica sobre la masonería, la prohibición para los fieles católicos de afiliarse a las logias bajo la pena de caer en pecado grave y no poder comulgar.

Conviene saber que tanto la «Declaración» de 1983, como las «Reflexiones» de 1985, se inspiraron en un documento tan reaccionario y erróneo como la Declaración que los obispos alemanes habían hecho pública el 28 de abril de 1980 contra la masonería. De hecho más bien asumieron sus puntos fundamentales, como el supuesto relativismo y el concepto de la verdad en la masonería, las acciones rituales, la visión que los masones tienen del mundo, etc. El punto de partida es gravemente erróneo al considerar a la masonería como una religión o pseudoreligión y a los rituales masónicos como si tuvieran un carácter sacramental.

Lo cierto es que la masonería no es, ni ha sido nunca, una religión. Es una sociedad laica, con una finalidad filantrópico- cultural, que tiene un ideario de fraternidad universal y perfeccionamiento del hombre, lo suficientemente amplio y ambiguo en sus formulaciones para que tengan en ella cabida hombres de diferentes creencias y opiniones políticas, sin que esto suponga indiferentismo ni sincretismo, sino simplemente tolerancia y respeto con relación a la libertad de pensar y creencias de los demás. Es una asociación en la que tienen cabida todos los creyentes, es decir, no ateos, sean éstos cristianos católicos, musulmanes, hebreos, budistas…

A modo de informe y conclusión, el significado de la palabra excomunión según el diccionario masónico es un

Anatema lanzado contra la Francmasoneria  por los Papas Clemente XII, Pio VII,  Leon  XIII y Pio IX, suponiéndola enemiga de la paz de los Estados y de la religión cristiana. Como esta suposición es falsa, cae por su propia base el anatema y faltando la causa, falta el efecto, por lo cual, no habiendo tal  enemistad, no existe la excomunión. Es pues, un error craso creer que los masones

se hallan  excomulgados realmente. Lo estarían si fueran ciertas las bases o motivos del anatema, pero no los son.

Documentos pontificios que condenan la masonería

Siglo XVIII[

Clemente XII - 

(Florencia, 7 de abril de 1652-Roma, 6 de febrero de 1740). Papa n.º 246 de la Iglesia católica entre 1730 y 1740.

  Primer decreto papal en contra de la Masonería: bula In Eminenti Apostolatus Specula o In Eminenti.- 1738

• Benedicto XIV –

• Providas romanorum  (Bolonia, 31 de marzo de 1675 - Roma, 3 de mayo de 1758) fue el papa nº 247 de la Iglesia católica entre 1740 y 1758.1751

Siglo XIX

Pío VII –

Ecclesiam a Jesu Christo - 1821    Este documento entre otras cosas dice que los francmasones han de ser excomulgados, por sus conspiraciones contra la Iglesia y el estado.

• León XII - Quo Graviora - 1826

• Pío VIII - Traditi Humilitati - 1829

• Gregorio XVI - Mirari Vos - 1832.

Pío IX

• Qui Pluribus - 1846.

• Quibus quantisque malis - 1849

• Quanta cura - 1864

• Multiplices inter - 1865

• Apostolicæ Sedis - 1869

• Etsi multa - 1873

León XIII[

• Etsi Nos - 1882

• Humanum Genus - 1884 - Encíclica

• Officio Sanctissimo - 1887 - Encíclica

• Ab Apostolici - 1890

• Custodi di quella fede - 1892 - Encíclica

• Inimica vis - 1892 - Encíclica

• Praeclara Gratulationis Publicae - 1894

• Annum ingressi - 1902 -

"LA ESCRITURA RESPONDE A UNA VOZ INTERIOR"

Por  Guillermo Jaim Etcheverry

En Inglaterra se vuelve a usar la estilográfica para que los estudiantes aprendan  la grafía. En Francia  también se considera que no se debe prescindir de esa habilidad, pero allí el problema reside en que ya no la dominan ni los maestros.

Aunque el mundo adulto no está aún preparado para recibir las nuevas inteligencias de los niños producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos del aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el desempeño escolar.

En la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras.

Por su parte, el escribir en letra de imprenta implica escindir lo que se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir su ritmo y su respiración.

Si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros.

Habría que educar a los niños desde la infancia en comprender que la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable. Los sistemas de escritura deberían convivir, precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser un lenguaje del alma que hace únicas a las personas. Su abandono convierte al mensaje en frío, casi descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es vehículo y fuente de emociones al revelar la personalidad, el estado de ánimo. 

Posiblemente sea esto lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en la homogeneización que posibilita el recurrir a la letra de imprenta. Porque, como lo destaca Umberto Eco, que interviene activamente en este debate, la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere.

En todo caso, la resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una lentitud reflexiva.

Como en tantos otros aspectos de la sociedad actual, surge aquí la centralidad del tiempo. Un artículo reciente en  la revista Time  , titulado: Duelo por la muerte de la escritura a mano, señala que es ése un arte perdido, ya que, aunque los chicos lo aprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje, "nuestro objetivo es expresar el pensamiento lo más rápidamente posible. Hemos abandonado la belleza por la velocidad, la artesanía por la eficiencia.

La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín: dentro de un tiempo, no la podremos leer". Abriendo una tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a mano. Por poco tiempo...

El autor es educador y ensayista.

Propósito: Que llegue a maestros, educadores en general y -por supuesto- padres de familia y/o abuelos con niños en edad escolar.

*EL DOMINIO.*

Uno de los propósitos de la Masonería es enseñar al masón a dominar sus pasiones y emociones.

Mientras que en Logia, el "signo gutural" es la actitud que transforma este dominio en ejercicio.

El masón, en primer lugar, aprende en sus primeros años de actividad a dominarse a sí mismo, para luego poder "dominar" todos los aspectos de la naturaleza y de su prójimo.

Las emociones emergen repentinamente, atrapando al Masón sin darse cuenta, y por esta razón mantiene, de pie y en orden, la postura adecuada para dominar estas emociones.

Las pasiones ya son residuales; cuando el masón entra al templo, todavía tiene las pasiones del mundo profano, que no pudo eliminar cuando estaba en el atrio.

El masón debe aprender a dominarse a sí mismo; sereno, tranquilo, sabrá comportarse como un elemento conciliador, tranquilo y sabio.

Las emociones del momento son traicioneras; quien tenga un genio, comúnmente llamado "fusible corto", debe esforzarse por dominarse, y solo entonces alcanzará un nivel de perfección.

El control en Logia reflejará el control dentro de su familia y su profesión, y así la felicidad estará cerca.

Breviário Maçônico / Rizzardo da Camino, - 6. Ed. – São Paulo. Madras, 2014, p. 128.

19 de abril.