Osvaldo Literas
La relación entre algunas religiones y la masonería a menudo ha sido conflictiva.
La masonería se define
a sí misma como adogmática, dejando libertad a sus miembros de profesar la
religión que cada uno decida o no profesar ninguna. Su posición favorable a la
libertad de conciencia y su posición contraria al clericalismo político le ha supuesto,
a lo largo de su historia, la crítica por parte de distintas confesiones
religiosas, especialmente del cristianismo y del islam. La relación con las
diferentes expresiones protestantes ha sido, notoriamente, más pacífica.
Los estados
confesionales tanto cristianos como musulmanes han reprimido la masonería de
diferentes formas: desde el simple acoso, pasando por penas de prisión para los
masones, llegando a la pena de muerte por el simple hecho de ser masón
Las acusaciones que,
desde el ámbito de estas Iglesias, se dirigen a la masonería suelen ser de
ateísmo, de relativismo moral y filosófico, de promover una religión
previamente estigmatizada (por ejemplo, el judaísmo) y hasta de adoración del
Diablo.
El siglo XVIII fue para
la masonería –nacida en 1717– un período de zozobra y persecución, la Santa
Sede no fue la primera ni la única en condenar y prohibir la masonería en dicho
siglo.
En 1735 lo hicieron los
Estados Generales de Holanda, en 1736 el Consejo de la República y Cantón de
Ginebra; en 1737 el Gobierno de Luis XV de Francia y el Príncipe Elector de
Manheim en el Palatinado; en 1738 los magistrados de la ciudad de Hamburgo y el
rey Federico I de Suecia; en 1743 la emperatriz María Teresa de Austria, en
1744 las autoridades de Avignon, París y Ginebra; en 1745 el Consejo del Cantón
de Berna, el Consistorio de la ciudad de Hannover; en 1748 el gran sultán de
Constantinopla; 1751 el rey Carlos VII de Nápoles (futuro Carlos III de España)
y su hermano Fernando VI de España; en 1770 el gobierno de Berna y Ginebra; en
1784 el príncipe de Mónaco y el elector de Baviera Carlos Teodoro; en 1785 el
gran Duque de Baden y el emperador de Austria José II; en 1794 el emperador de
Alemania Francisco II, el rey de Cerdeña Víctor Amadeo, y el emperador ruso Pablo
I; en 1798 Guillermo III de Prusia, etc., por nombrar a sólo los más conocidos.
En este contexto las
prohibiciones y condenas de Clemente XII, en 1738, y de Benedicto XIV, en 1751,
no son más que otros tantos eslabones en la larga cadena de medidas adoptadas
por las autoridades europeas del siglo XVIII.
Es cierto que tanto
Clemente XII como Benedicto XIV, a los motivos de seguridad del Estado –es
decir, a los motivos políticos– añadieron otro de tipo religioso, cual fue el
que las reuniones de masones eran «sospechosas de herejía» por el mero hecho de
que los masones admitían en las logias a individuos de diversas religiones, es
decir, a creyentes católicos y no católicos, con tal de que pertenecieran a
alguna religión monoteísta
En todos estos casos se
constata que las razones alegadas por unos y otros, que corresponden a
gobiernos protestantes (Holanda, Ginebra, Hamburgo, Berna, Hannover, Suecia,
Dantzig y Prusia), a gobiernos católicos (Francia, Nápoles, España, Viena,
Lovaina, Baviera, Cerdeña, Portugal, Estados Pontificios…), e incluso islámicos
(Turquía), se reducen al secreto riguroso con que los masones se envolvían, así
como al juramento hecho bajo tan graves penas, y sobre todo porque toda
asociación o grupo no autorizado por el gobierno era considerado ilícito,
centro de subversión y un peligro para el buen orden de los Estados.
No obstante, a
excepción de Roma y en los países donde estaba implantada la Inquisición, la
mayor parte de estas prohibiciones apenas tuvieron vigencia en el siglo XVIII,
dado el desarrollo y prestigio que, a pesar de todo, fue adquiriendo la
masonería y la pertenencia a ella de importantes hombres de nobleza y el clero,
y en algún caso, incluso de soberanos.
Se puede notar la gran
diferencia existente entre los países anglosajones donde la masonería adquirió
un gran prestigio social, con aquellos llamados países católicos, donde los
ideales de la masonería, fueron confundidos e identificados en gran medida con
el liberalismo por parte de la Iglesia católica, hicieron que la misma y los
gobiernos absolutistas de la época tuvieran una dura reacción en contra de la
Masonería al identificarlos erróneamente con los iluminados bávaros, los
jacobinos, carbonarios y otros por el estilo-
Desde Pío VII, en 1821,
con su Constitución Ecclesiam Christi, hasta la Humanum genus (1884) de León
XIII, la masonería fue identificada por Roma como una sociedad clandestina cuyo
fin era «conspirar en detrimento de la Iglesia y de los poderes del Estado»,
con lo que hubo sin más una identificación a priori de la masonería con las
sociedades patrióticas que en unos países luchaban por la independencia de los
pueblos y en otros, como en Italia, por la unificación, por lo que atrajeron la atención de los papas que vieron
amenazado su poder temporal.
En el siglo XIX. La
aparición de las sociedades patrióticas o políticas, por un lado, y el impacto
de la revolución francesa en los soberanos absolutistas de la Europa del
Congreso de Viena que no se resignaban a perder su poder, fueron objeto de una
especial preocupación por parte de Roma.
Esta identificación de
masonería como una sociedad que «maquina contra la Iglesia o contra las
potencias civiles legítimas» sólo se puede comprender desde la óptica de la
problemática planteada en Italia por la famosa «cuestión romana» o pérdida de
los Estados Pontificios.
Un movimiento de
aproximación de la Iglesia católica hacia la masonería ocurrió en 1960, cuando
asume como pontífice el cardenal Angelo Roncalli con el nombre de Juan XXIII.
quien da su anuencia para que se proceda a la realización de estudios sobre las
sociedades esotéricas e iniciáticas en sus relaciones con la Iglesia. En 1962,
se desarrolla el Concilio Vaticano II, donde marcarán un hito las
intervenciones del monseñor Sergio Méndez Arceo durante la 31a. y 71a.
congregaciones generales, en las que pidió que se tratara la cuestión de la
actitud de la Iglesia para con las sociedades secretas y, en concreto, con la
masonería. También se levantaron voces para modificar la posición de la Iglesia
con respecto a la masonería, suprimiendo textualmente el canon 2335, con lo que
la masonería quedaba libre del veto de la autoridad eclesiástica
Con el tiempo y curadas
esas viejas heridas, lo cierto es que mediante un documento fechado el 19 de
julio de 1974 por el cardenal Seper, prefecto de la Congregación para Doctrina de la Fe, por primera vez, desde la
excomunión de 1738, la Santa Sede admitía públicamente la existencia de
masonerías exentas de contenido contrario a la Iglesia y, por lo tanto, sobre
las que su pertenencia no llevaba consigo la pena de excomunión. Dicho de otra
forma, se reconocía que la excomunión lanzada hacía dos siglos tenía su
explicación en un contexto de problemas políticos y de luchas religiosas.
Es claro que con el
documento del cardenal Seper se dejaba entender que la excomunión contra los
masones solamente era válida en aquellas logias que obraran expresamente contra
la Iglesia; «Por tal motivo se puede, con seguridad, aplicar la opinión de
aquellos autores que mantienen que el canon 2335 afecta solamente a aquellos
católicos inscritos en asociaciones que verdaderamente conspiran contra la
Iglesia».
El 26 de noviembre de
1983, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el Prefecto
Cardenal Joseph Ratzinger (posteriormente elegido papa con el nombre de
Benedicto XVI) emitió una Declaración sobre la masonería firmada por Juan Pablo
II, que confirmaba el juicio negativo de la Iglesia Católica sobre la
masonería, la prohibición para los fieles católicos de afiliarse a las logias
bajo la pena de caer en pecado grave y no poder comulgar.
Conviene saber que
tanto la «Declaración» de 1983, como las «Reflexiones» de 1985, se inspiraron
en un documento tan reaccionario y erróneo como la Declaración que los obispos
alemanes habían hecho pública el 28 de abril de 1980 contra la masonería. De
hecho más bien asumieron sus puntos fundamentales, como el supuesto relativismo
y el concepto de la verdad en la masonería, las acciones rituales, la visión
que los masones tienen del mundo, etc. El punto de partida es gravemente
erróneo al considerar a la masonería como una religión o pseudoreligión y a los
rituales masónicos como si tuvieran un carácter sacramental.
Lo cierto es que la
masonería no es, ni ha sido nunca, una religión. Es una sociedad laica, con una
finalidad filantrópico- cultural, que tiene un ideario de fraternidad universal
y perfeccionamiento del hombre, lo suficientemente amplio y ambiguo en sus
formulaciones para que tengan en ella cabida hombres de diferentes creencias y
opiniones políticas, sin que esto suponga indiferentismo ni sincretismo, sino
simplemente tolerancia y respeto con relación a la libertad de pensar y
creencias de los demás. Es una asociación en la que tienen cabida todos los
creyentes, es decir, no ateos, sean éstos cristianos católicos, musulmanes,
hebreos, budistas…
A modo de informe y
conclusión, el significado de la palabra excomunión según el diccionario
masónico es un
Anatema lanzado contra
la Francmasoneria por los Papas Clemente
XII, Pio VII, Leon XIII y Pio IX, suponiéndola enemiga de la paz
de los Estados y de la religión cristiana. Como esta suposición es falsa, cae
por su propia base el anatema y faltando la causa, falta el efecto, por lo
cual, no habiendo tal enemistad, no
existe la excomunión. Es pues, un error craso creer que los masones
se hallan excomulgados realmente. Lo estarían si fueran
ciertas las bases o motivos del anatema, pero no los son.
Documentos pontificios
que condenan la masonería
Siglo XVIII[
Clemente XII -
(Florencia, 7 de abril
de 1652-Roma, 6 de febrero de 1740). Papa n.º 246 de la Iglesia católica entre
1730 y 1740.
• Primer decreto papal en contra de la
Masonería: bula In Eminenti Apostolatus Specula o In Eminenti.- 1738
• Benedicto XIV –
• Providas
romanorum (Bolonia, 31 de marzo de 1675
- Roma, 3 de mayo de 1758) fue el papa nº 247 de la Iglesia católica entre 1740
y 1758.1751
Siglo XIX
Pío VII –
Ecclesiam a Jesu
Christo - 1821 Este documento entre
otras cosas dice que los francmasones han de ser excomulgados, por sus
conspiraciones contra la Iglesia y el estado.
• León XII - Quo
Graviora - 1826
• Pío VIII - Traditi
Humilitati - 1829
• Gregorio XVI - Mirari
Vos - 1832.
Pío IX
• Qui Pluribus - 1846.
• Quibus quantisque
malis - 1849
• Quanta cura - 1864
• Multiplices inter -
1865
• Apostolicæ Sedis -
1869
• Etsi multa - 1873
León XIII[
• Etsi Nos - 1882
• Humanum Genus - 1884
- Encíclica
• Officio Sanctissimo -
1887 - Encíclica
• Ab Apostolici - 1890
• Custodi di quella
fede - 1892 - Encíclica
• Inimica vis - 1892 -
Encíclica
• Praeclara
Gratulationis Publicae - 1894
• Annum ingressi - 1902
-