M.R.H. Fabio Venzi
Gran Maestro - Gran Logia Regular de Italia
El abandono del Esoterismo y el “De Profundis” de la Francmasonería.
(TRADUCCIÓN DEL INGLÉS: RAMIRO ARTETA GUZMÁN)
“Poned atención, mis hermanos, al momento
en que vuestros espíritus hablen en símiles:
ahí está el origen de la virtud.”
Friedrich Nietzsche: “Así hablaba
Zarathustra”, XXII, la Virtud Otorgada.
Las almas han perdido sus alas. He querido dar este título a mis palabras de hoy copiando la inspiración de la metáfora de la “pérdida de las alas” de origen platónico (Phaedrus 246). Esta metáfora ha sido usada subsecuentemente en la literatura patrística para indicar la pérdida progresiva del ímpetu tanto la creciente ausencia de ímpetus y arranques del alma hacia los cielos, hacia lo superior, lo divino, y, al contrario, para indicar las direcciones hacia lo inferior, lo material, en otras palabras, lo corpóreo. (Gregorio de Niza: Homilía de las Beatitudes).
Con frecuencia se ha discutido acerca de la secularización de nuestra actual sociedad, la pérdida de conexiones con lo sagrado, la visión nihilista y relativista del futuro, características todas de una sociedad que parece ser el prototipo de aquella en la cual los hombres han decidido, concientemente, “perder las alas”. Bajo la luz de esas premisas, es obvio que la Francmasonería enfrenta un grave riesgo, y esta es la razón por la cual me gustaría hoy discutir un problema vital para nuestro futuro: el abandono del Esoterismo.
La Francmasonería es una sociedad iniciática en la cual es fundamental el componente esotérico, razón por la cual difiere de todas las otras organizaciones fraternales que simplemente promueven la solidaridad mutua.
Aquellos que piensan que la Francmasonería puede obtener créditos como partido de opinión, asumiendo posiciones definidas en cuanto a política o economía, por ejemplo, están cometiendo un grave error. Eso constituiría el comienzo del fin de la Francmasonería, que se vería privada de su principal característica: la esotérica.
Dentro de un contexto histórico en el cual es evidente la ausencia de valores éticos y morales, puede ser de mucha importancia el proponer, a través del vehículo esotérico, una moral y una ética masónicas laicas que tengan su fundamento en lo Trascendente.
A través del esoterismo es posible alcanzar una expansión y un resurgimiento de la conciencia del hombre, de manera que pueda percibir la presencia de lo Sagrado en la vida cotidiana para amoldar su existencia a este descubrimiento.
La Iniciación es el corazón del esoterismo y está anclada a una mezcla de lo mítico con prácticas y enseñanzas ritualísticas cuyo objetivo es proyectar al Iniciado hacia niveles superiores de vida a través de una ruta interior.
Los Misterios están estrechamente unidos a la Iniciación y pueden considerarse como una serie de ritos iniciáticos que requieren de toda una cadena de actos simbólicos. Desde este punto de vista quiero subrayar el hecho de que si queremos que la Francmasonería continúe existiendo, es absolutamente necesario que. de manera seria y consciente, se dé un pronto retorno al esoterismo dentro de los Templos Masónicos.
Hace pocas semanas, mientras visitaba una Logia, y haciendo referencia al primer discurso como Gran Maestro en el cual presenté mi programa para este mandato, un Hermano me preguntó cuándo podría acometer el último de los cuatro puntos que deseaba desarrollar con ustedes: el esotérico. Mi programa trazaba un camino, que comenzaba por el simple enfoque sociológico que define a la Francmasonería como una Asociación; el siguiente paso era el histórico, en el cual distingo entre la Masonería Continental europea y la Anglo-sajona. Entonces arribé a la Filosofía de la Francmasonería que, en mi opinión particular, asume características que inequívocamente vienen del Neo-Platonismo. La última y más delicada fase sería el del aspecto esotérico de la Francmasonería. ¿Cómo deberíamos responder la pregunta del Hermano?
Primero que todo es necesario preguntarnos a nosotros mismos si el esoterismo es una doctrina, una disciplina o una teoría. Ustedes saben perfectamente que ninguna de esas respuestas es la correcta. Ningún esoterista aceptaría responder a la pregunta de qué es el esoterismo, dado que no es posible hablar de esoterismo o tratar de explicarlo sin tener que reducirlo a algo más. El esoterismo es una inspiración del alma que necesita de tensión mental y presencia espiritual cuando se le practica. Si no, todo lo que hagamos dentro del ritual masónico no tendrá significado alguno y no tendrá nada que ver con el esoterismo. Si un ritual llevado a cabo en forma perfecta es el non plus ultra para una ceremonia esotérica, un ritual tartamudeado hace que el rito sea algo confuso e incomprensible. Con mucha frecuencia, la repetición mnemotécnica de los rituales, la expresión pétrea de los Hermanos cuando tratan de recordar todas las palabras y la falta total de interpretación y sensibilidad - que no permiten crear empatía con el Hermano a quien se está dirigiendo - hacen del ritual un rosario estéril, una especie de mantra sin significado. En este caso, podríamos definirnos a nosotros mismos como académicos esotéricos, esto es, aquellos que están interesados en el esoterismo y lo estudian, pero nunca podríamos definirnos como esoteristas, esto es, aquellos que lo practican.
En la base del esoterismo existe una sutil intuición, que es una especie de conocimiento profundo que no puede ser explicado ni comunicado porque es peculiar a cada una de las almas, pero que puede ser compartida entre los colegas.
El verdadero esoterista “sabe” y no estudia, respeta la disciplina de los arcanos sin revelarla, por miedo a que se degrade lo que ha sido revelado (Pierre A. Riffard, L’ Esotérisme, page. 54, Edition Robert Laffont, S.A., Paris, 1990.).
Por eso los estudiosos de la Francmasonería que no son Francmasones pueden escribir sobre el tema solo en un segundo nivel de conocimiento, porque el primer nivel está necesariamente reservado a los Iniciados.
En el futuro, podríamos estar interesados en dos aspectos básicos del esoterismo: la Gnosis, o conocimiento generativo, y el Hermetismo, o lenguaje inaccesible. La Gnosis, que parece una teoría, es en cambio una práctica que consiste en una continua investigación con descubrimientos intermitentes; el Hermetismo, que parece una práctica, es en cambio una especulación sobre la lectura de los signos y la escritura de los símbolos. El Iniciado es aquél que tiene el Conocimiento, esto es, la Gnosis.
Esto nos lleva a otra pregunta: ¿Para convertirse en Francmasón, basta solo con ser considerado como un “hombre libre y de buena moral”? ¿Puede alguien unirse a la Francmasonería sólo porque “cree” en ella? Yo estoy convencido que eso no es suficiente, y que es necesario que este hombre tenga dentro de sí una intuición, un deseo de adquirir conocimiento, un peculiar comportamiento espiritual, una fuerte determinación intelectual, y una sensibilidad y predisposición del alma y amos por el conocimiento.
Es precisamente este amor por el conocimiento el que siempre debería inducirnos a investigar el significado de lo que con frecuencia repetimos sin entender. Podríamos descubrir, por ejemplo, que la más conocida y común definición de la Francmasonería, “un sistema de moral velado por alegorías e ilustrado por símbolos”, puede contener una contradicción ligüística. Si no tenemos nada que objetar a la primera parte de la definición, esto es, “velado por alegorías”, dado que por definición una alegoría “permite expresar un ideal o un concepto religioso o moral velándolo con una imagen que expresa una realidad diferente y autónoma, (Diccionario UTET), en relación con la segunda parte de “ilustrado por símbolos”, pienso que estamos en presencia de un oxímoron, esto es, dos términos que se contradicen entre sí.
Uno podría decir que este análisis es capcioso y se inclina hacia el sofisma. Por el contrario, yo estoy convencido de que el significado exacto de términos como símbolo y alegoría es extremadamente útil. El diccionario italiano “Devoto Oli” define al Símbolo como “un signo efectivo, condensado, solemne, que corresponde a contenidos o valores particulares o universales: la bandera es símbolo de un país, el corazón es símbolo de la familia”. El diccionario UTET indica que el símbolo es “realidad sensible, imagen, objeto, persona, etc., que evoca o representa… un concepto abstracto, una condición, una situación, una realidad general que a menudo pertenece a la esfera de lo sagrado… imagen o muchas imágenes generalmente oscuras o enigmáticas que hacen de un conocimiento esotérico algo incomprensible para los no iniciados, o permite transmitir el conocimiento o relacionarse con otras personas con una experiencia que no puede ser comunicada por otras vías”. Por lo tanto, sería mucho más correcto afirmar que la Francmasonería es un sistema de moral velado por alegorías y comunicado, transmitido o aún evocado por símbolos, pero no ilustrado, dado que el símbolo, por su propia naturaleza, tiende a velar, en esencia, lo que no puede ser representado y que solo puede ser evocado por los Iniciados.
Por lo tanto, en este punto no podemos dudar al hacer una pregunta: dentro de nuestro ritual (“Emulation”), ¿cuándo estamos en presencia de alegorías y cuándo en presencia de símbolos?
Bajo la luz de estas premisas, los símbolos solo pueden ser las herramientas de trabajo del Aprendiz, del Compañero y del Maestro Masón. Ellos simbolizan, de acuerdo con las circunstancias, las 24 horas del día, la conciencia, la instrucción, la ley moral, la igualdad, la justicia, la rectitud, etc. Otros símbolos son el pavimento de baldosas blancas y negras, el tapiz del Grado…
(Nota del Traductor: Para que este artículo pueda circular libremente entre Aprendices y Compañeros, se suprime el final del párrafo que da detalles del 2º y 3er Grados y que no afecta para nada la esencia del mensaje contenido).
Como hemos visto, la alegoría se distingue a sí misma del símbolo porque la relación entre el símbolo y lo simbolizado es tal, que el símbolo sustituye por completo a la cosa simbolizada, mientras que la representación alegórica es una transfiguración, o más bien, una vuelta de lo sensitivo a lo inteligible. De aquí deducimos el valor básico cognoscitivo gnoseológico de la alegoría y la importancia de su uso en una sociedad iniciática esotérica. De hecho, si es cierto que nuestro conocimiento va de lo sensitivo a lo inteligible, la alegoría tiene la precisa función de traer hasta nosotros lo que por naturaleza es difícil de captar por la mente, permitiéndonos expresarlo a pesar de las deformaciones de su disfraz sensitivo.
El símbolo es diferente del signo porque, además de ser una indicación, es también una representación de la cosa simbolizada. Por ejemplo, la bandera sobre un buque puede indicar simplemente su nacionalidad o puede ser el símbolo de una nación. En la base del símbolo hay un eslabón que puede ser de varias clases, ontológico o meramente convencional, pero lo que nos interesa es que ese eslabón implica una sustitución total de manera que el símbolo está en lugar de lo simbolizado y cumple con sus funciones.
Antes de iniciar nuestro camino al mundo del Hermetismo y de la Gnosis, será necesario familiarizarnos con esos conceptos básicos. Sin un adecuado conocimiento del simbolismo y de sus interpretaciones esotéricas, y sin un buen conocimiento de las religiones en general, cada ritual se reduce a un mero ejercicio mnemotécnico.
El simbolismo es para la Francmasonería una exigencia primaria que no puede abandonarse; a través de él tenemos la posibilidad de penetrar, por vía de la intuición, el velo de los más ocultos Misterios y al mismo tiempo podemos amoldar el mensaje al grado de conocimiento del recipiendario. La peculiar naturaleza de la comunicación simbólica está sujeta a diferentes grados de interpretación, dependiendo del nivel de quien está cuestionando el texto. Una cierta expresión podrá permanecer silenciosa frente al neófito o le comunicará un mensaje simple e inmediato. Pero para “aquél que sabe”, esto es, quien tiene la clave para una lectura interpretativa y la adecuada sensibilidad, un solo símbolo abrirá un mundo entero de analogías e implicaciones. El símbolo místico le da a la piedra bruta un destello de verdad y abre, para la piedra pulida, el profundo sentido de la búsqueda interior.
En el contexto histórico actual, que la doctrina hindú define como “Kali Yuga” o la “edad oscura”, (la cuarta y última Era de un ciclo progresivo de oscurecimiento espiritual), en una sociedad que Guenon definió como el “Reino de la Cantidad” por la tendencia a enfocar todo fenómeno desde el punto de vista cuantitativo, es por lo tanto necesario y deseable continuar por la “ruta esotérica masónica”, último bastión contra la masificación del hombre.
Esta es, en mi opinión, la única forma de tener éxito al “cabalgar sobre el tigre”, como diría Julius Evola, o sea, estimular al hombre para que resista, en un mundo a menudo hostil, estandarizado y sin puntos de referencia, agarrándose a la fuerza de la Tradición siendo conciente de su propia individualidad.
En el vacío de valores tradicionales, el único representante de la Tradición que queda es la figura Prometeana del Francmasón, un hombre que, maestro de su propia existencia, trata de defender su espacio y su tiempo. De acuerdo con el filósofo José Ortega y Gasset en su “Revolución de las masas”, cada civilización descansa sobre una condición de inseguridad fundamental y necesita un compromiso permanente a fin de no caer en la barbarie. Tal esfuerzo debe ser necesariamente respaldado por hombres que desean vivir de acuerdo con deberes imperiosos.
Estos hombres han representado la aristocracia de cada sociedad, y este es el papel que los Francmasones estamos llamados a desempeñar.
La Francmasonería tiene como objetivo el perfeccionamiento moral de sus miembros, así como el de la humanidad entera y busca combatir el vicio, abatir la ignorancia e inspirar el amor a la humanidad.
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