I.- Conclusiones del dictamen de la Conferencia Episcopal alemana, de 28 de abril de 1980.
La Conferencia Episcopal alemana aprobó para su publicación en Würzburg, el 28 de abril de 1980, un dictamen amplio y riguroso sobre los puntos principales de discrepancia por parte de los teólogos católicos, frente a las pretensiones masónicas, dictamen que cobra especial vigor tras la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico en 1983, y que representan la posición actual de la Santa Sede ante el problema de la Masonería, siendo los puntos esenciales de incompatibilidad los siguientes:
1.- La ideología masónica no está fijada objetivamente.- prevalece una tendencia humanística y ética. No hay una ideología masónica fija, pero algunos elementos de ella quedan claros como convicciones fundamentales, ante todo, el relativismo. Los obispos alemanes, tras ratificar una de las principales acusaciones de León XIII contra la masonería, concluyen que un relativismo de tal porte no puede concordar con la fe en la Palabra revelada interpretada auténticamente por la Iglesia. La proximidad a ese criterio masónico pone en peligro la actitud de los católicos en la recepción de palabras y acciones y en la práctica de los sacramentos.
2.- El concepto de la Masonería sobre la libertad.- los masones niegan la posibilidad de una conciencia objetiva de la verdad. Durante las conversaciones alemanas católico-masónicas se recordó especialmente la famosa cita de Lessing: "si Dios tuviese en su mano derecha toda la verdad y en la izquierda el sólo y siempre activo impulso hacia la verdad, y me diera a elegir, yo caería humildemente a su izquierda y le pediría que me la diese. La verdad pura se refiere sólo a Ti". En los coloquios quedó claro que la relatividad de toda verdad representa la base de la masonería. Hay contundentes y autorizados textos masónicos que recalcan la ausencia total de dogma en la masonería, que jamás los reconoce. Y en esos textos se rechaza precisamente a la Iglesia católica como mantenedora de una actitud coactiva contra las conciencias al obligarlas a la aceptación dogmática. Semejante concepto de la verdad es por tanto, incompatible con el punto de vista de la teología natural y la teología de la revelación.
3.- El concepto masónico de la religión.- el relativismo masónico lleva a la conclusión de que todas las religiones son tentativas concurrentes hacia la inimaginable verdad sobre Dios. Dicen que a esa verdad se adapta exclusivamente el lenguaje del símbolo masónico que es ambiguo y dejado a la interpretación individual de los masones.
4.- El concepto masónico sobre Dios.- la idea del "Gran Arquitecto del Universo" que aparece en los rituales es de naturaleza deística. Este es un concepto indefinido, aplicable a cualquier religión. El Gran Arquitecto no es un Dios personal. Por consiguiente, prosiguen los obispos alemanes, la masonería no admite la Revelación cristiana y hace derivar al cristianismo de una religión primitiva.
5.- Masonería y tolerancia.- la Iglesia acepta la tolerancia sobre las personas, sea cual sea su posición; la masonería, apoyada en su fundamental relativismo, propone la tolerancia de las ideas, que lleva a no rechazarlas y considera absolutismo dogmático el mantenerlas e imponerlas a la propia comunidad. No hay un plano de convergencia en tan delicado terreno.
6.- Los rituales masónicos.- en los rituales que se han examinado sobre los tres primeros grados masónicos se ha observado en palabras y símbolos un carácter de cuño sacramental. Dan la impresión de que por su medio se efectúa una auténtica transformación del hombre.
7.- La perfección del hombre.- en el ritual del maestro se absolutiza la perfección humana sin dejar espacio a la presencia de la gracia, sin la cual según la doctrina de la Iglesia es imposible toda perfección del hombre. Quedan también descartados por innecesarios los sacramentos. Ello se relaciona con la pretensión de espiritualidad masónica, que actualmente exhibe mucho por la masonería. Los obispos alemanes no ven posible una espiritualidad masónica no fundada en creencias dogmáticas, absolutas y reveladas. Y rechazan una espiritualidad fundada en los símbolos masónicos.
8.- Ramificaciones diversas en el seno de la masonería.- la mayoría de las logias exigen una actitud creyente pero hay algunas, como las dependientes del Grande Oriente de Francia, que admiten a candidatos ateos, lo que sucede también en algunas logias alemanas.
9.- Masonería e iglesias cristianas.- los obispos alemanes han examinado con el mayor interés al sector masónico que se dice compatible con la Iglesia y han encontrado en él obstáculos insuperables. En cuanto a las Iglesias evangélicas debe decirse que en 1973 han mantenido con la masonería diálogos semejantes a los propiciados por la Iglesia católica y en sus declaraciones de ese mismo año han dejado a los fieles la decisión sobre la pertenencia o no a la masonería. Los dignatarios protestantes que intervinieron en el diálogo no pudieron llegar a conclusiones unánimes.
10.- Conclusión final.- pude decirse que en la masonería a causa de las persecuciones que ha sufrido durante el periodo nacional-socialista han tenido lugar cambios en el sentido de una mayor apertura hacia los demás grupos sociales; pero en su mentalidad, en sus convicciones fundamentales y en sus trabajos en las logias, ha permanecido absolutamente idéntica. Las objeciones que se han estudiado comprometen las bases de la existencia cristiana. Investigaciones exhaustivas en los rituales y en la mentalidad masónica hacen evidente que la actual pertenencia a la Iglesia católica y a la masonería son incompatibles.
II.- El nuevo Código de Derecho Canónico de 1983
El nuevo canon 1374 del CIC de 1983 – modificando la redacción del anterior canon 2335 del CIC de 1917- dispuso:
"Quienes se inscriban en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación debe ser castigado con entredicho".
Según esta nueva redacción, la Masonería y sus próximos afirmaron que la Iglesia, desde la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico, permitía a los católicos la inscripción en las logias. Si bien, el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó el 27 de noviembre de 1983 una Declaración sobre asociaciones masónicas, en la que se afirmaba la expresa aprobación del Papa Juan Pablo II a dicho documento –ordenándose como derecho público de la Iglesia- y conocida como "Declaración Quasitum est" que dispuso:
"Se ha preguntado si ha cambiado el juicio de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas, ya que en el nuevo Código de Derecho Canónico no se hace de ellas mención explícita, como sucedía en el Código anterior.
Esta Sagrada Congregación está en posición de responder que tal circunstancia se debe a un criterio de redacción aplicado también a otras asociaciones omitidas silenciosamente, porque se consideraban incluidas en categorías que iban a aparecer después en el Código.
Subsiste por tanto inmutable la sentencia negativa de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas, porque los principios de ellas siempre se han considerado inconciliables con la doctrina de la Iglesia y por tanto la inscripción en ellas permanece prohibida por la Iglesia. Los fieles cristianos que dan su nombre a las asociaciones masónicas se debaten en pecado mortal y no pueden acceder a la sagrada comunión.
Las autoridades eclesiásticas locales carecen de la facultad para juzgar acerca de la naturaleza de las asociaciones masónicas, de forma que tal juicio lleve consigo la derogación de esa sentencia, según el sentido de la decisión comunicada por esta Congregación el 17 de febrero de 1981".
El 20 de febrero de 1985, el cardenal Ratzinger emitió un nuevo comunicado de carácter oficioso publicado en L´Observatore romano –que abundaba en la Declaración de 1983- y se tituló "Reflexiones un año después de la Declaración de la Doctrina de la Fe. Incompatibilidad de la fe cristiana y la masonería", y en el que exponía:
"El 26 de noviembre de 1983 la Congregación para la Doctrina de la Fe publicaba una Declaración sobre las asociaciones masónicas. A poco más de un año de distancia de su publicación puede resultar útil ilustrar brevemente el significado de ese documento. Desde que la Iglesia empezó a pronunciarse rigurosamente sobre la Masonería, su juicio negativo se ha inspirado en múltiples razones, prácticas y doctrinales. No se ha juzgado solamente a la masonería como responsable de actividades subversivas en su confrontación, sino que desde los primeros documentos pontificios sobre la materia y particularmente en la encíclica de León XIII "Humanum Genus" ( 20 de abril de 1884) el Magisterio de la Iglesia ha denunciado en la masonería ideas filosóficas y concepciones morales opuestas a la doctrina católica. Para León XIII esas ideas y concepciones se reconducían a un naturalismo racionalista inspirado por sus planes y su actividad contra la Iglesia. En su carta al pueblo italiano Custodi (8 de diciembre de 1882) León XIII escribía: recordemos que el Cristianismo y la Masonería son esencialmente inconciliables, por lo tanto inscribirse en una de ellas equivale a separarse de la otra.
No se podía por tanto evolucionar hasta tomar en consideración la posición de la Masonería desde el punto de vista doctrinal, cuando entre los años 1973-1980 la Sagrada Congregación mantenía correspondencia con algunas Conferencias Episcopales particularmente interesadas en este problema, con motivo del diálogo emprendido por algunas personalidades católicas con representantes de algunas logias que se decían no hostiles e incluso favorables a la Iglesia.
Un estudio más profundo ha conducido a la Congregación para la Doctrina de la Fe a su declaración de 26 de noviembre de 1983 con lo que se ha confirmado en la convicción de que subsiste la incompatibilidad de fondo entre los principios de la masonería y los de la fe cristiana.
Prescindiendo por tanto de considerar la actitud práctica de las diversas logias, de la hostilidad o enfrentamientos con la Iglesia, la Congregación General en su declaración de 26 de noviembre de 1983 ha intentado colocarse al nivel más profundo y por otra parte esencial para el problema, es decir sobre el plano de la inconcialibilidad de los principios, proyectado sobre el plano de la fe y las exigencias morales. A partir de este punto de vista doctrinal, en continuidad con el resto de las posiciones tradicionales de la Iglesia, como testimonian los documentos citados de León XII, se derivan las necesarias consecuencias prácticas que valen para todos los fieles que se hubieran eventualmente inscrito en la masonería.
A propósito de la afirmación sobre la irreconcialibilidad de los principios, todavía se dice ahora en algunas partes que la esencia de la masonería consiste precisamente en el hecho de no imponer principio alguno en el sentido de una posición filosófica o religiosa que sea vinculante para todos sus adherentes, sino más bien recoger y considerar juntamente, más allá de las religiones y visiones del mundo, a los hombres de buena voluntad sobre la base de valores humanísticos comprensibles y aceptables para todos.
La Masonería constituía de esta forma un punto de cohesión para todos aquellos que crean en el Gran Arquitecto del Universo y se sientan concernidos por aquellas consideraciones morales fundamentales que se definen según el ejemplo del Decálogo; tal actitud no aleja a nadie de su propia religión, sino constituiría un incentivo para adherirse a ella con más intensidad. En esta sede no pueden discutirse los múltiples problemas históricos y filosóficos que se esconden en tales afirmaciones. El hecho de que la Iglesia católica reclame la colaboración de todos los hombres de buena voluntad, no hace falta subrayarlo después del Vaticano II. El asociarse a la Masonería pasa por encima de esa actitud y adquiere un significado que poco tiene que ver con la Iglesia. Por encima de todo debe recordarse que la comunidad de los francmasones y sus obligaciones morales se presentan como un sistema progresivo de símbolos de carácter extremadamente sospechoso. La rígida disciplina del secreto que domina en la Masonería refuerza ulteriormente el peso de la interacción entre signos e ideas. Este clima de secretismo comporta para el inscrito el riesgo de convertirse en instrumento de estrategias que desconoce.
Se afirma también que el relativismo no se asume en la Masonería como dogma sino que se propone como una concesión simbólica relativista y por tanto el valor relativizante de semejante comunidad moral y ritual, lejos de poder ser eliminado, resulta por el contrario determinante. En tal contexto las diversas comunidades religiosas a las que pertenecen los miembros individuales de la logia no se pueden considerar más que como simples institucionalizaciones de una instancia más amplia e inalcanzable. El valor de esas institucionalizaciones aparecerá por tanto inevitablemente relativo respecto de esa verdad más amplia, la cual se manifiesta sobre todo en la comunidad de la buena voluntad, es decir en la fraternidad masónica.
Para un cristiano católico, sin embargo, no es posible vivir sin relación con Dios en una doble modalidad, es decir separándola en una forma humanitaria supra-confesional y una forma interna-cristiana. No puede cultivar relaciones de dos especies con Dios ni expresa sus vinculaciones con el Creador a través de formas simbólicas de doble especie. Esta actitud sería algo completamente diverso de aquella colaboración, que para él es obvia, con todos los que están empeñados en el cumplimiento del bien, aunque provengan de principios diversos. Por tanto un cristiano católico no puede al mismo tiempo participar en la plena comunión de una fraternidad cristiana y a la vez mirar a sus hermanos cristianos a partir de la perspectiva masónica como profanos.
Aunque, como se ha dicho, no fuera explícitamente obligatorio profesar el relativismo como doctrina, sin embargo la fuerza relativizante de una fraternidad así, por su misma lógica intrínseca, tiene en sí la capacidad de transformar la estructura del acto de fe de forma tan radical que resulta inaceptable para un cristiano al cual es muy querida su fe (León XIII). Esta evolución en la estructura fundamental del acto de fe se produce generalmente, de forma mórbida y sin ser advertido; la sencilla adhesión a la verdad de Dios, revelada en la Iglesia, se convierte en simple pertenencia a una institución considerada como una forma expresiva particular junto a otras formas expresivas más o menos posibles y válidas para la orientación del hombre a lo eterno.
La tentación de caminar en esa dirección es hoy tanto más fuerte en cuanto que se corresponde de lleno con ciertas convicciones prevalentes en la mentalidad contemporánea. La opinión masónica de que la verdad no puede ser conocida es característica de la crisis general del mundo moderno.
Considerando todos estos elementos, la declaración de la S.C. afirma que la inscripción en la Masonería permanece prohibida por la Iglesia y que los fieles que se inscriban están en situación de pecado grave y por eso no pueden acceder a la comunión.
Con esta última expresión la S.C. indica a los fieles que tal inscripción constituye objetivamente un pecado grave y precisando que los adherentes a una asociación masónica no pueden acceder a la sagrada comunión ilumina la conciencia de los fieles sobre tan grave consecuencia que les acarrea su adhesión a una logia masónica.
La Sagrada Congregación declara por fín que no compete a las autoridades eclesiásticas locales pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas con un juicio que implique una derogación de lo que arriba se ha establecido. A este propósito el texto se refiere también a la declaración de 17 de febrero de 1981, la cual ya reservaba a la Santa Sede cualquier pronunciamiento sobre la naturaleza de estas asociaciones que implicara una derogación de la ley canónica entonces en vigor, en el canon 2335.
Del mismo modo el nuevo documento emitido por la S.C. de la Fe en noviembre de 1983 expresa intenciones idénticas de reserva en cuanto a pronunciarse mediante un juicio formulado en la Declaración sobre incompatibilidad del principio de la Masonería con la fe católica, sobre la gravedad del acto de inscribirse en una logia y sobre las consecuencias que se derivan para el acceso a la sagrada comunión. Esta disposición indica que no obstante la diversidad que puede existir entre las obediencias masónicas, en particular acerca de su actitud declarada sobre la Iglesia, la Santa Sede encuentra en ellas varios principios comunes que requieren una misma valoración de parte de todas las autoridades eclesiásticas.
Al hacer esta declaración la Congregación para la Doctrina de la Fe no ha pretendido desconocer los esfuerzos de aquellos que, con la debida autorización de éste dicasterio, han intentado mantener un dialogo con representantes de la Masonería. Pero desde el momento en que la Congregación vio la posibilidad de que se difundiera entre los fieles la equivocada opinión según la cual la adhesión a una logia masónica era lícita, la Congregación ha considerado su deber el dar a conocer el pensamiento auténtico de la Iglesia para poner en guardia a los católicos en las incidencias de una adscripción incompatible con la fe católica. Sólo Jesucristo, el maestro de la Verdad y sólo en El los cristianos deben encontrar la luz y la fuerza para vivir según el designio de Dios trabajando para el auténtico bien de sus hermanos".
La Conferencia Episcopal alemana aprobó para su publicación en Würzburg, el 28 de abril de 1980, un dictamen amplio y riguroso sobre los puntos principales de discrepancia por parte de los teólogos católicos, frente a las pretensiones masónicas, dictamen que cobra especial vigor tras la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico en 1983, y que representan la posición actual de la Santa Sede ante el problema de la Masonería, siendo los puntos esenciales de incompatibilidad los siguientes:
1.- La ideología masónica no está fijada objetivamente.- prevalece una tendencia humanística y ética. No hay una ideología masónica fija, pero algunos elementos de ella quedan claros como convicciones fundamentales, ante todo, el relativismo. Los obispos alemanes, tras ratificar una de las principales acusaciones de León XIII contra la masonería, concluyen que un relativismo de tal porte no puede concordar con la fe en la Palabra revelada interpretada auténticamente por la Iglesia. La proximidad a ese criterio masónico pone en peligro la actitud de los católicos en la recepción de palabras y acciones y en la práctica de los sacramentos.
2.- El concepto de la Masonería sobre la libertad.- los masones niegan la posibilidad de una conciencia objetiva de la verdad. Durante las conversaciones alemanas católico-masónicas se recordó especialmente la famosa cita de Lessing: "si Dios tuviese en su mano derecha toda la verdad y en la izquierda el sólo y siempre activo impulso hacia la verdad, y me diera a elegir, yo caería humildemente a su izquierda y le pediría que me la diese. La verdad pura se refiere sólo a Ti". En los coloquios quedó claro que la relatividad de toda verdad representa la base de la masonería. Hay contundentes y autorizados textos masónicos que recalcan la ausencia total de dogma en la masonería, que jamás los reconoce. Y en esos textos se rechaza precisamente a la Iglesia católica como mantenedora de una actitud coactiva contra las conciencias al obligarlas a la aceptación dogmática. Semejante concepto de la verdad es por tanto, incompatible con el punto de vista de la teología natural y la teología de la revelación.
3.- El concepto masónico de la religión.- el relativismo masónico lleva a la conclusión de que todas las religiones son tentativas concurrentes hacia la inimaginable verdad sobre Dios. Dicen que a esa verdad se adapta exclusivamente el lenguaje del símbolo masónico que es ambiguo y dejado a la interpretación individual de los masones.
4.- El concepto masónico sobre Dios.- la idea del "Gran Arquitecto del Universo" que aparece en los rituales es de naturaleza deística. Este es un concepto indefinido, aplicable a cualquier religión. El Gran Arquitecto no es un Dios personal. Por consiguiente, prosiguen los obispos alemanes, la masonería no admite la Revelación cristiana y hace derivar al cristianismo de una religión primitiva.
5.- Masonería y tolerancia.- la Iglesia acepta la tolerancia sobre las personas, sea cual sea su posición; la masonería, apoyada en su fundamental relativismo, propone la tolerancia de las ideas, que lleva a no rechazarlas y considera absolutismo dogmático el mantenerlas e imponerlas a la propia comunidad. No hay un plano de convergencia en tan delicado terreno.
6.- Los rituales masónicos.- en los rituales que se han examinado sobre los tres primeros grados masónicos se ha observado en palabras y símbolos un carácter de cuño sacramental. Dan la impresión de que por su medio se efectúa una auténtica transformación del hombre.
7.- La perfección del hombre.- en el ritual del maestro se absolutiza la perfección humana sin dejar espacio a la presencia de la gracia, sin la cual según la doctrina de la Iglesia es imposible toda perfección del hombre. Quedan también descartados por innecesarios los sacramentos. Ello se relaciona con la pretensión de espiritualidad masónica, que actualmente exhibe mucho por la masonería. Los obispos alemanes no ven posible una espiritualidad masónica no fundada en creencias dogmáticas, absolutas y reveladas. Y rechazan una espiritualidad fundada en los símbolos masónicos.
8.- Ramificaciones diversas en el seno de la masonería.- la mayoría de las logias exigen una actitud creyente pero hay algunas, como las dependientes del Grande Oriente de Francia, que admiten a candidatos ateos, lo que sucede también en algunas logias alemanas.
9.- Masonería e iglesias cristianas.- los obispos alemanes han examinado con el mayor interés al sector masónico que se dice compatible con la Iglesia y han encontrado en él obstáculos insuperables. En cuanto a las Iglesias evangélicas debe decirse que en 1973 han mantenido con la masonería diálogos semejantes a los propiciados por la Iglesia católica y en sus declaraciones de ese mismo año han dejado a los fieles la decisión sobre la pertenencia o no a la masonería. Los dignatarios protestantes que intervinieron en el diálogo no pudieron llegar a conclusiones unánimes.
10.- Conclusión final.- pude decirse que en la masonería a causa de las persecuciones que ha sufrido durante el periodo nacional-socialista han tenido lugar cambios en el sentido de una mayor apertura hacia los demás grupos sociales; pero en su mentalidad, en sus convicciones fundamentales y en sus trabajos en las logias, ha permanecido absolutamente idéntica. Las objeciones que se han estudiado comprometen las bases de la existencia cristiana. Investigaciones exhaustivas en los rituales y en la mentalidad masónica hacen evidente que la actual pertenencia a la Iglesia católica y a la masonería son incompatibles.
II.- El nuevo Código de Derecho Canónico de 1983
El nuevo canon 1374 del CIC de 1983 – modificando la redacción del anterior canon 2335 del CIC de 1917- dispuso:
"Quienes se inscriban en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación debe ser castigado con entredicho".
Según esta nueva redacción, la Masonería y sus próximos afirmaron que la Iglesia, desde la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico, permitía a los católicos la inscripción en las logias. Si bien, el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó el 27 de noviembre de 1983 una Declaración sobre asociaciones masónicas, en la que se afirmaba la expresa aprobación del Papa Juan Pablo II a dicho documento –ordenándose como derecho público de la Iglesia- y conocida como "Declaración Quasitum est" que dispuso:
"Se ha preguntado si ha cambiado el juicio de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas, ya que en el nuevo Código de Derecho Canónico no se hace de ellas mención explícita, como sucedía en el Código anterior.
Esta Sagrada Congregación está en posición de responder que tal circunstancia se debe a un criterio de redacción aplicado también a otras asociaciones omitidas silenciosamente, porque se consideraban incluidas en categorías que iban a aparecer después en el Código.
Subsiste por tanto inmutable la sentencia negativa de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas, porque los principios de ellas siempre se han considerado inconciliables con la doctrina de la Iglesia y por tanto la inscripción en ellas permanece prohibida por la Iglesia. Los fieles cristianos que dan su nombre a las asociaciones masónicas se debaten en pecado mortal y no pueden acceder a la sagrada comunión.
Las autoridades eclesiásticas locales carecen de la facultad para juzgar acerca de la naturaleza de las asociaciones masónicas, de forma que tal juicio lleve consigo la derogación de esa sentencia, según el sentido de la decisión comunicada por esta Congregación el 17 de febrero de 1981".
El 20 de febrero de 1985, el cardenal Ratzinger emitió un nuevo comunicado de carácter oficioso publicado en L´Observatore romano –que abundaba en la Declaración de 1983- y se tituló "Reflexiones un año después de la Declaración de la Doctrina de la Fe. Incompatibilidad de la fe cristiana y la masonería", y en el que exponía:
"El 26 de noviembre de 1983 la Congregación para la Doctrina de la Fe publicaba una Declaración sobre las asociaciones masónicas. A poco más de un año de distancia de su publicación puede resultar útil ilustrar brevemente el significado de ese documento. Desde que la Iglesia empezó a pronunciarse rigurosamente sobre la Masonería, su juicio negativo se ha inspirado en múltiples razones, prácticas y doctrinales. No se ha juzgado solamente a la masonería como responsable de actividades subversivas en su confrontación, sino que desde los primeros documentos pontificios sobre la materia y particularmente en la encíclica de León XIII "Humanum Genus" ( 20 de abril de 1884) el Magisterio de la Iglesia ha denunciado en la masonería ideas filosóficas y concepciones morales opuestas a la doctrina católica. Para León XIII esas ideas y concepciones se reconducían a un naturalismo racionalista inspirado por sus planes y su actividad contra la Iglesia. En su carta al pueblo italiano Custodi (8 de diciembre de 1882) León XIII escribía: recordemos que el Cristianismo y la Masonería son esencialmente inconciliables, por lo tanto inscribirse en una de ellas equivale a separarse de la otra.
No se podía por tanto evolucionar hasta tomar en consideración la posición de la Masonería desde el punto de vista doctrinal, cuando entre los años 1973-1980 la Sagrada Congregación mantenía correspondencia con algunas Conferencias Episcopales particularmente interesadas en este problema, con motivo del diálogo emprendido por algunas personalidades católicas con representantes de algunas logias que se decían no hostiles e incluso favorables a la Iglesia.
Un estudio más profundo ha conducido a la Congregación para la Doctrina de la Fe a su declaración de 26 de noviembre de 1983 con lo que se ha confirmado en la convicción de que subsiste la incompatibilidad de fondo entre los principios de la masonería y los de la fe cristiana.
Prescindiendo por tanto de considerar la actitud práctica de las diversas logias, de la hostilidad o enfrentamientos con la Iglesia, la Congregación General en su declaración de 26 de noviembre de 1983 ha intentado colocarse al nivel más profundo y por otra parte esencial para el problema, es decir sobre el plano de la inconcialibilidad de los principios, proyectado sobre el plano de la fe y las exigencias morales. A partir de este punto de vista doctrinal, en continuidad con el resto de las posiciones tradicionales de la Iglesia, como testimonian los documentos citados de León XII, se derivan las necesarias consecuencias prácticas que valen para todos los fieles que se hubieran eventualmente inscrito en la masonería.
A propósito de la afirmación sobre la irreconcialibilidad de los principios, todavía se dice ahora en algunas partes que la esencia de la masonería consiste precisamente en el hecho de no imponer principio alguno en el sentido de una posición filosófica o religiosa que sea vinculante para todos sus adherentes, sino más bien recoger y considerar juntamente, más allá de las religiones y visiones del mundo, a los hombres de buena voluntad sobre la base de valores humanísticos comprensibles y aceptables para todos.
La Masonería constituía de esta forma un punto de cohesión para todos aquellos que crean en el Gran Arquitecto del Universo y se sientan concernidos por aquellas consideraciones morales fundamentales que se definen según el ejemplo del Decálogo; tal actitud no aleja a nadie de su propia religión, sino constituiría un incentivo para adherirse a ella con más intensidad. En esta sede no pueden discutirse los múltiples problemas históricos y filosóficos que se esconden en tales afirmaciones. El hecho de que la Iglesia católica reclame la colaboración de todos los hombres de buena voluntad, no hace falta subrayarlo después del Vaticano II. El asociarse a la Masonería pasa por encima de esa actitud y adquiere un significado que poco tiene que ver con la Iglesia. Por encima de todo debe recordarse que la comunidad de los francmasones y sus obligaciones morales se presentan como un sistema progresivo de símbolos de carácter extremadamente sospechoso. La rígida disciplina del secreto que domina en la Masonería refuerza ulteriormente el peso de la interacción entre signos e ideas. Este clima de secretismo comporta para el inscrito el riesgo de convertirse en instrumento de estrategias que desconoce.
Se afirma también que el relativismo no se asume en la Masonería como dogma sino que se propone como una concesión simbólica relativista y por tanto el valor relativizante de semejante comunidad moral y ritual, lejos de poder ser eliminado, resulta por el contrario determinante. En tal contexto las diversas comunidades religiosas a las que pertenecen los miembros individuales de la logia no se pueden considerar más que como simples institucionalizaciones de una instancia más amplia e inalcanzable. El valor de esas institucionalizaciones aparecerá por tanto inevitablemente relativo respecto de esa verdad más amplia, la cual se manifiesta sobre todo en la comunidad de la buena voluntad, es decir en la fraternidad masónica.
Para un cristiano católico, sin embargo, no es posible vivir sin relación con Dios en una doble modalidad, es decir separándola en una forma humanitaria supra-confesional y una forma interna-cristiana. No puede cultivar relaciones de dos especies con Dios ni expresa sus vinculaciones con el Creador a través de formas simbólicas de doble especie. Esta actitud sería algo completamente diverso de aquella colaboración, que para él es obvia, con todos los que están empeñados en el cumplimiento del bien, aunque provengan de principios diversos. Por tanto un cristiano católico no puede al mismo tiempo participar en la plena comunión de una fraternidad cristiana y a la vez mirar a sus hermanos cristianos a partir de la perspectiva masónica como profanos.
Aunque, como se ha dicho, no fuera explícitamente obligatorio profesar el relativismo como doctrina, sin embargo la fuerza relativizante de una fraternidad así, por su misma lógica intrínseca, tiene en sí la capacidad de transformar la estructura del acto de fe de forma tan radical que resulta inaceptable para un cristiano al cual es muy querida su fe (León XIII). Esta evolución en la estructura fundamental del acto de fe se produce generalmente, de forma mórbida y sin ser advertido; la sencilla adhesión a la verdad de Dios, revelada en la Iglesia, se convierte en simple pertenencia a una institución considerada como una forma expresiva particular junto a otras formas expresivas más o menos posibles y válidas para la orientación del hombre a lo eterno.
La tentación de caminar en esa dirección es hoy tanto más fuerte en cuanto que se corresponde de lleno con ciertas convicciones prevalentes en la mentalidad contemporánea. La opinión masónica de que la verdad no puede ser conocida es característica de la crisis general del mundo moderno.
Considerando todos estos elementos, la declaración de la S.C. afirma que la inscripción en la Masonería permanece prohibida por la Iglesia y que los fieles que se inscriban están en situación de pecado grave y por eso no pueden acceder a la comunión.
Con esta última expresión la S.C. indica a los fieles que tal inscripción constituye objetivamente un pecado grave y precisando que los adherentes a una asociación masónica no pueden acceder a la sagrada comunión ilumina la conciencia de los fieles sobre tan grave consecuencia que les acarrea su adhesión a una logia masónica.
La Sagrada Congregación declara por fín que no compete a las autoridades eclesiásticas locales pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas con un juicio que implique una derogación de lo que arriba se ha establecido. A este propósito el texto se refiere también a la declaración de 17 de febrero de 1981, la cual ya reservaba a la Santa Sede cualquier pronunciamiento sobre la naturaleza de estas asociaciones que implicara una derogación de la ley canónica entonces en vigor, en el canon 2335.
Del mismo modo el nuevo documento emitido por la S.C. de la Fe en noviembre de 1983 expresa intenciones idénticas de reserva en cuanto a pronunciarse mediante un juicio formulado en la Declaración sobre incompatibilidad del principio de la Masonería con la fe católica, sobre la gravedad del acto de inscribirse en una logia y sobre las consecuencias que se derivan para el acceso a la sagrada comunión. Esta disposición indica que no obstante la diversidad que puede existir entre las obediencias masónicas, en particular acerca de su actitud declarada sobre la Iglesia, la Santa Sede encuentra en ellas varios principios comunes que requieren una misma valoración de parte de todas las autoridades eclesiásticas.
Al hacer esta declaración la Congregación para la Doctrina de la Fe no ha pretendido desconocer los esfuerzos de aquellos que, con la debida autorización de éste dicasterio, han intentado mantener un dialogo con representantes de la Masonería. Pero desde el momento en que la Congregación vio la posibilidad de que se difundiera entre los fieles la equivocada opinión según la cual la adhesión a una logia masónica era lícita, la Congregación ha considerado su deber el dar a conocer el pensamiento auténtico de la Iglesia para poner en guardia a los católicos en las incidencias de una adscripción incompatible con la fe católica. Sólo Jesucristo, el maestro de la Verdad y sólo en El los cristianos deben encontrar la luz y la fuerza para vivir según el designio de Dios trabajando para el auténtico bien de sus hermanos".
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